jueves, 30 de abril de 2009

"Breve" historia del cómic USA

Desde que tengo uso de razón recuerdo tener un cómic en las manos. Creo que lo primero que debo haber leído por mis propios medios es un cómic de Don Miki, algún tebeo de Mortadelo o algún número de Spiderman editado por Bruguera (de Steve Ditko o John Romita, seguramente). No exagero ni un ápice: leía cómics antes de empezar con los cuadernos Micho en la guardería, lo cual supone mucho más de dos décadas leyendo tebeos. Supongo que, a estas alturas, ya no lo dejaré nunca.

La suerte que he tenido es que el medio ha ido creciendo conmigo: si bien muchas cosas han ido quedando irremediablemente atrás, la industria del cómic ha evolucionado bastante. El cómic USA (claro dominador del medio en occidente) generaba durante los 70 y primeros 80 historias para adolescentes. Es cierto que Stan Lee creó todo un panteón de personajes a los que dotó de una profundidad y personalidad de la que carecían los tradicionales héroes de cómics. Ese mezclar lo superheroico con el drama personal, con la vida del personaje tras la máscara, era su seña de identidad, concepto que clavó con su mayor creación: Spiderman. Pero lo cierto es que, una vez Lee sentó las bases, nadie llevó el concepto mucho más allá.


No sería hasta los 80 que esto de los cómics comenzó a ponerse realmente interesante, principalmente con el desembarco en la industria norteamericana de una serie de autores que elevó extraordinariamente la calidad de los guiones. En su mayoría eran autores que habían crecido leyendo los personajes creados por Stan Lee en la editorial Marvel Comics, pero que dotaron a estas creaciones de un tono más adulto y realista, libre de la feliz ingenuidad de los 60-70. El estándar de calidad en los guiones se elevó considerablemente, y comenzaron a surgir las primeras historias con auténtica calidad literaria. Me refiero a autores como Frank Miller, Alan Moore, Jim Starlin, Chris Claremont, John Byrne, Barry Windsor-Smith, Alan Davis… Artistas que comenzaron trabajando para las dos grandes editoriales (Marvel y DC) y que evolucionaron hacia obras más personales y creaciones propias a lo largo de los años.

La mayor parte de lo que hoy día se consideran obras maestras del cómic se escribieron durante este período (segunda mitad de los 80), como es el caso de Watchmen (Alan Moore), Dark Knight, Batman: Año I y Born Again (Frank Miller). No es que en años posteriores el nivel no se haya mantenido, simplemente no ha pasado tiempo suficiente para colgarles esa etiqueta.

Los 90 suponen, desde mi punto de vista, los años más importantes del cómic occidental: es en esta década en la que la industria se expande, el cómic evoluciona a todos los niveles, se producen numerosas transformaciones en un medio expresivo que, hasta la fecha, había sido más o menos estable en sus formas y contenidos. Digamos que en los 90 se conforma lo que es el cómic contemporáneo. Y es que en estos años confluyen varias circunstancias importantes. Una de ellas es que la tecnología digital se introduce de manera masiva en el proceso creativo: el coloreado digital de las ilustraciones a lápices y tinta dota de una expresividad, explosión de color y diseño a las páginas de las que hasta ahora habían carecido. Las editoriales buscan, cada vez más, jóvenes ilustradores que se alejen de los cánones clásicos y tengan un estilo que aproveche mejor las posibilidades que abre el coloreado digital (sólo tenéis que comparar la página de un cómic Marvel de los 80 y otra actual para entender de lo que hablo).

Esto, que en un principio sólo debería tener repercusiones formales, provoca un gran cisma en la industria del que, a la larga, todos nos hemos beneficiado. Y es que las dos grandes editoriales, embelesadas por lo bonitas que quedaban sus portadas coloreadas por ordenador y su nuevo estilo visual más agresivo, llegan a la conclusión de que en la nueva era del cómic lo que prima es la imagen y el nombre de la cabecera (Spiderman, Superman, X-Men…), y deciden relegar a los guionistas a un segundo plano. De este modo, muchos de los grandes escritores de la industria, cuya creciente influencia comenzaba a incomodar a Marvel y a DC, ante el trato que se les dispensa (se les niega, por ejemplo, que su nombre figure en las portadas) comienzan un éxodo masivo hacia editoriales minoritarias o, directamente, creaban sus propias firmas para publicar sus obras (Image Comics, por ejemplo).






El resultado es el imaginable: las ventas de Marvel y DC caen en picado, y la producción de grandes obras se desplaza a estas pequeñas editoriales (Dark Horse, Phantagraphics…) de cómics para adultos, donde los grandes nombres del cómic USA, ahora liberados de las restricciones y normas de las supereditoriales y del sello “COMIC CODE” (un mecanismo de autocensura de la industria, que figuraba en todas las portadas, y que aseguraba a los padres bienpensantes que sus niños podrían leer ese tebeo sin que su contenido perturbara sus dulces sueños), comienzan a crear obras mucho más personales, de temática más diversa y más madura (por poner un ejemplo, la aclamada serie Sin City).

Esta situación logra que las grandes editoriales se replanteen su postura (y eso ya es mucho lograr), buscando nuevos autores de talento a los que comienzan a dar gran libertad creativa. Llega una nueva oleada de jóvenes autores, muchos de ellos británicos, como Neil Gaiman, Grant Morrison y, más tarde, Garth Ennis, que gozan de la libertad que no tuvieron sus predecesores, dotando a las cabeceras del cómic USA de un tono más oscuro, adulto, incluso metafísico (como es el caso de la novela gráfica Batman: Arkham Sylum, escrita por Morrison). Marvel y DC llegan incluso a crear nuevos sellos para adultos, como la línea Vértigo o la línea MAX, para que estos autores puedan explayarse, publicándose bajo estos sellos algunas de los mejores cómics publicados en USA. Sirva como ejemplo The Sandman, la multipremiada obra de Neil Gaiman, publicada por DC durante años bajo el sello Vertigo.


Paralelamente, las pequeñas editorales, insufladas de nuevas fuerzas al acoger bajo su ala a las firmas más prestigiosas del medio, comienzan a ganar más peso en el mercado, y muchos autores del “cómic independiente norteamericano” (para que nos entendamos, todo lo que no son superhéroes y, generalmente, publicado en blanco y negro) comienzan a acercarse a estas editoras que les aseguran mantener el control absoluto sobre sus obras, a la vez que les permiten un nivel de distribución al que no pueden aspirar autoeditándose.

De este modo, en los 90 pasan a ser conocidos por el gran público muchos autores de cómics independientes, que durante años se habían visto limitados por la autoedición pero que ahora se hacen populares al estar sus obras en todas las librerías del país. Y es que en la escena independiente USA se estaban escribiendo verdaderas joyas, de una calidad muy superior (por lo general) a lo que venía siendo la media del popular cómic de superhéroes, que pasaban desapercibidas sepultadas por la ingente producción de cómic superheroico. Así, entran en escena obras soberbias como Usagi Yojimbo (de Stan Sakai), Bone (de Jeff Smith) o Concrete (Paul Chadwick). Ni que decir tiene que muchos autores independientes se mantuvieron fieles a la autoedición, manteniéndose “puros” y renunciando al trampolín que les brindaban las pequeñas y medianas editoriales.


A todo esto debemos sumar la irrupción en el mercado occidental del manga o cómic japonés, que da para otro extenso artículo y que, además de invadir (literalmente) las librerías especializadas de medio mundo, en poco tiempo deja una profunda impronta en los autores occidentales, tanto a nivel visual como de temáticas y ritmo narrativo (un ejemplo claro es el propio Frank Miller), de modo que el desarrollo rápido de la narración, con poco texto y gran apoyo en el dibujo, tan característico del manga japonés, acaba imponiéndose también en el estilo del cómic occidental.

Nacimiento de nuevas editoriales, mayor libertad creativa de los autores, popularización del cómic indie, la llegada del manga… una década bastante convulsa la de los 90, que consigue diversificar la industria, transformar el discurso y las características artísticas del medio y multiplica la oferta que el lector se encontraba en las estanterías al ir a comprar. La segunda revolución en la historia del cómic occidental en apenas 40 años (la primera fue la irrupción de Stan Lee en Marvel con sus “superhéroes humanizados”), que sienta las bases de lo que tenemos hoy día.

Y lo que tenemos hoy día es el total apogeo de esta industria cultural que, poco a poco, comienza a ganar prestigio como manifestación cultural y artística. Y que, mucho más rápidamente, se ha impuesto como un referente en la industria del entretenimiento. El cómic siempre ha tenido facilidad para crear referentes culturales, pero en la última década ha desarrollado, además, facilidad para transformar esa referencialidad en un negocio: sólo hay que ver cuántas películas adaptando cómics ha rodado Hollywood en los últimos años.

De cualquier modo, hay que reconocer que la industria ha aprendido de sus errores, y que ahora las grandes editoriales destinan gran parte de sus recursos a fichar a escritores competentes (Orson Scott Card y Stephen King, por ejemplo, trabajan con Marvel) y guionistas de éxito en cine y TV (J.M Strazinscky, Bob Gale…), además de mantener a los grandes escritores oriundos del sector. Si a eso sumamos la buena salud de la que goza el cómic independiente, tenemos una oferta en el mercado mucho mejor que la existente hace apenas 15 años, con una media de calidad bastante elevada y la aparición habitual de pequeñas maravillas que realmente justifican el precio del tebeíto (nada barato, por cierto).

¡Toma pedazo de rollo! Y dicen que las entradas en los blogs deben ser concisas y directas (je, je). Bueno, no habrá sido para tanto, si has llegado hasta el final será porque te habrá interesado, y a lo mejor hasta has aprendido algo (nada útil, desde luego, pero tampoco cobro por esto).

jueves, 23 de abril de 2009

Los Oscar del periodismo

Todos los años me gusta echarle un vistazo a los premios Pulitzer. Bueno, para ser sincero, les echo un vistazo a los premios de fotografía y tiras cómicas, no voy a ponerme a buscar y leer los artículos de opinión, editoriales y reportajes de los medios yankis. Ya sabéis que los Pulitzer son como los Oscar del periodismo: hechos por y para los USA, con lo cual toda representación extranjera es anecdótica. Lo que quizás no sabíais es que Joseph Pulitzer (impulsor de los premios) era un editor más bien populista que tiene el dudoso honor, junto con el magnate de la comunicación Randolph Hearst, de ser el “inventor” de la prensa amarilla. Aquel amarillismo era muy light comparado con la basura que sufrimos hoy día (estamos hablando de finales del siglo XIX), pero no deja de ser paradójico que los premios más prestigiosos del mundo periodístico lleven el nombre del precursor de cosas como el Tomate, pero a veces la vida es muy cínica.

Este año los ganadores han sido, en la categoría de fotografía de reportaje, Damon Winter, con una serie de fotos de la campaña de Obama (¿cómo no?). Y, en la de fotos de noticias, Patrick Farrell, con una espectacular serie de fotos del drama dejado atrás por el huracán Ike a su paso por Haití.

El estilo de las fotos no puede ser más distinto: la de Obama es prácticamente un fotograma de peli hollywoodiense, claramente destinada a agrandar la figura del político (mirada clavada en el futuro, determinación contra viento y marea, impasible como la roca mientras le azota la lluvia). A todos nos gusta Obama, aunque aquí parezca que se disponga a repeler una invasión alienígena más que a dar un mitin. Pedazo de retrato, no obstante.
















La de Haití es tremendamente cruda, pero de una composición artística insuperable. A estas alturas se me antoja un poco maniqueo el uso del b/n en la foto periodística, pero su uso aquí es incontestable. La imagen está tan bien compuesta que pareciera más un dibujo o un posado, si no fuera porque, evidentemente, está retratando una situación de drama extremo. El cuerpo de la pequeña mientras es subido a la camioneta parece una talla religiosa y capta la atención del espectador con suma contundencia, provocando en nosotros el mismo sobrecogimiento que muestran las personas retratadas en la imagen. El resultado es que la foto nos traslada allí, el autor convierte al espectador en parte de ese gentío que observa en silencio la escena.
















Por último (y en tremendo contraste, lo reconozco), cuelgo una de las tiras cómicas que le valieron a Mike Luckovich (autor de las viñetas del Atlanta Journal) un Pulitzer en 2005, en concreto sobre el nuevo auge del 'creacionismo' en USA. ¿Por qué no pongo las de este año? Porque las de Luckovich son mejores.





viernes, 17 de abril de 2009

Tarta en el trabajo (¡felicidades Vania!)

Una de las mejores cosas del trabajo son las tartas de Vania ¡lo sabe todo el mundo! Hoy es su cumpleaños, y quiero felicitarla desde aquí no sólo por cumplir años con tanto arte, sino también por ser tan buena compañera: guapa, inteligente, simpática y atenta. Y, encima, estupenda repostera. Normalmente siempre trae tarta cuando alguien cumple años, pero hoy ha sido el colmo, cumplía años ella y también nos ha traído tarta, en lugar de ser nosotros la que la invitábamos. En realidad es mejor así, porque lo que hubiéramos hecho es plantarnos con una tarta del Mercadona. Y no es lo mismo, ¿verdad Sonia?




















¿Da envidia verdad? Lo dicho, felicidades Vania.

jueves, 16 de abril de 2009

The Wire: La mejor serie de la historia de la TV (o eso dice Alan Moore)

Yo no las he visto todas, así que no puedo ser tan rotundo, pero en los últimos tiempos se extiende cada vez más la idea de que The Wire es la mejor serie de TV jamás emitida. Es una arriesgada aseveración difundida más por los "líderes de opinión" (ya sabéis: escritores, articulistas, contertulios, bloggers, e incluso periódicos "serios", como The New York Times o Washington Post) que por el público general, ya que la serie ha tenido en USA una audiencia fiel pero no masiva. Salvo a los que sean tan frikis como yo (o a los que ya les haya dado la lata con la dichosa serie), a la mayoría no os sonará ni el nombre, y es que en nuestro país sólo ha sido emitida hasta la fecha por el canal de pago TNT, y recientemente se venden las dos primeras temporadas en DVD.


Una vez puestos en antecedentes, os puedo decir que, para el que suscribe, The Wire es el producto audiovisual (serie de TV o peli) más redondo que he visto en muchos años: inteligente, profunda, realista, sin pegas, pero no sé si es apto para el público mayoritario. Para explicarlo mejor fusilo a continuación la crítica sobre la primera temporada de The Wire que tengo publicada en Filmaffinity:

Y es que el comienzo de The Wire comparte con otras series de HBO, como Deadwood o Los Sopranos, ese desarrollo pausado, sin estridencias, que impide que enganche como otros productos con más concesiones de guión al divertimento inmediato (Lost, Héroes o Dexter por ej.), sin menospreciar a éstas últimas. The Wire hace una apuesta por mostrar desde varias ópticas una realidad muy compleja, y además confía ciegamente en la inteligencia del espectador: no hay diálogos "aclaratorios" que expliquen al televidente lo que está pasando, no hay un repaso tipo 'previosuly on...' al principio del capítulo, no hay subtramas personales "telenoveleras" para dar un respiro al público del argumento central (lo único que se muestra de la vida personal de los personajes es lo necesario para darles esa dimensión realista tan lograda y comprenderlos mejor).

Con todo esto, no me sorprende que a algunos les resulte una serie árida, sobre todo al principio. Pero si persistes, ¡amigo, cómo te compensa! Una temporada-un caso, lejos de los convencionalismos de otras series policiacas donde cada capítulo está cerrado, donde todo sale como la seda para que al final el malo acabe condenado. Aquí la calle es de verdad, los policías no son adalides de la justicia, el sistema está corrupto a todos los niveles, y jueces y senadores son una maraña que dificulta una investigación que no saben si les puede salpicar, y los medios con los que se cuenta son precarios y miserables, lejos de los brillantes laboratorios de CSI.

Sólo puedo decir que me encanta esta serie, tras ver la primera temporada alucino con David Simon. Agradezco que no pretendan contarme una historia de buenos y malos y mandarme a la cama feliz de lo bien que funciona el sistema. Gracias por enseñarme los entresijos de la investigación policial, por no quedarse en lo tópico y evidente, y describir la realidad del tráfico de drogas como nunca antes lo había visto, enseñando todos los niveles, desde los trapichas que venden el producto hasta los senadores que se benefician permitiéndolo. Gracias por una serie que, cuando gana inercia, se lanza, te agarra y no te suelta hasta el último minuto.

Imagen: Una de las mejores escenas de la primera temporada de The Wire (más su caricatura a lo Matt Groening), en la que D'Angelo enseña a jugar al ajedrez a dos trapichas de 'Las Torres'.
"Los reyes no hacen nada, porque para eso están los peones. Esos son los que caen. Los peones nunca duran mucho”. “Salvo que estemos hablando de un peón jodidamente listo”.

sábado, 11 de abril de 2009

Inteligencia vs felicidad

Hoy me pongo metafísico y lanzo esta reflexión encapsulada (y simplificada) en su planteamiento: ¿es la inteligencia enemiga de la felicidad? Vale, quizás el término exacto no sea inteligencia. Quizás sea conocimiento, o experiencia. Lo expongo de nuevo: ¿la ignorancia da la felicidad? ¿No os parece que la gente reflexiva, que intenta actuar con responsabilidad, que se ha llevado palos antes y es consciente de que se puede llevar otros… no os parece que tienen más dificultades para ser felices?

Observo a unos y a otros, y me da la impresión de que aquéllos que son más irreflexivos, que se dejan llevar por los impulsos, menos preocupados por el futuro, menos perceptivos y conscientes de los problemas cotidianos, son más felices. Me voy al extremo para explicarme mejor: ¿habéis visto a los perros? ¿No os parecen más felices que la mayoría de los humanos? Ellos con comer, saltar, correr, dormir y, cuando toca, echar una cana al aire, son seres plenos. Vale que tienen una vida un tanto limitada y pasan por este mundo sin enterarse muy bien de lo que pasa pero, aparentemente, son felices. Y si en esta vida lo mejor a lo que uno puede aspirar es a ser feliz (por lo menos es a lo que yo aspiro), ¿no hubiera sido mejor nacer perro?

Mi novia dice que la clave es la inocencia. Cuanto más inocente se es, más fácil es sentirse feliz. Claro, que la inocencia es como el tiempo: cuanto más tienes más fácil es perderla. Cuanto más vives y más golpes te da la vida, más suspicaz y menos inocente te vuelves, así que parece inevitable que los años jueguen en contra nuestra cuando se trata de ser felices.

También puede ser que la felicidad no exista, que no sea más que una sensación fugaz e idealizada, y que a lo máximo que podamos aspirar es a estar satisfechos con nosotros mismos, a sentirnos en paz con nuestras vidas. Brad Pitt dijo (sí, lo juro) que “la felicidad está sobrevalorada”. Sea lo que sea que entendamos por felicidad no me parece que esté sobrevalorada, y tampoco creo que el paso del tiempo (o el que le demos más vueltas a la vida) nos haga más impermeables a la felicidad. Al menos no necesariamente. Los asiáticos (que nos dan mil vueltas a la hora de llevar la filosofía al terreno práctico) descubrieron hace mucho que la clave estaba en vivir sabiamente, en ser consciente de nuestras circunstancias, asumirlas y vivir con ellas. Sólo así se podía ser feliz. Lo expresaron de muchas maneras, pero una de las que más me gusta es esta cita de Confucio: “Si tus problemas tienen solución, no te preocupes. Si tus problemas no tienen solución, no te preocupes”.

lunes, 6 de abril de 2009

Ya es semana santa en Sevilla

… “¿y yo qué culpa tengo?”. Es lo que pensaba ayer, Domingo de Ramos, mientras un policía me decía que no con el dedito, que no puedo llegar a mi casa.


Os pongo en situación: llego de Cádiz con mi coche, cruzando los dedos por lo que pudiera pasar, circulábamos por las avenidas con las ventanillas subidas, en un silencio tenso, con la radio apagada, casi de puntillas, no fuera a ser que una procesión nos asaltara cuando menos nos lo esperábamos. Creíamos que lo habíamos logrado, habíamos llegado hasta Puerta Osario, nuestra meta a escasos metros, estábamos en la boca de la bestia y ningún nazareno nos había cortado el paso. Las trompetas y el redoble de los tambores se escuchaban en la distancia, arrastrados por el viento, amenazadores, pero hasta ahora ninguna calle cortada, ninguna banda emergiendo de una bocacalle del infierno para cerrarte el paso durante horas.

Y así embocábamos ya la meta, llegando a Puerta Osario como dije antes, con el regusto de la victoria en la boca pero sin atrevernos a cantar el gol (como cuando miras de reojo al juez de línea, no sea que haya pitado fuera de juego), cuando un municipal comienza a deslizar una valla metálica delante mía, una valla roja, oxidada, fea y maligna como el corazón de Satán. Y ahí nos quedamos. La conversación:

- Mira, es que sólo tenemos que llegar al parking de Escuelas Pías, está ahí delante.
- No.
- Pero…
- No.
- Pero es que soy residente, y mira la tarjeta del parking.
- Es por seguridad.
- Ya, pero yo me he mirado el plan especial de tráfico, y dice que a los residentes se les iba a facilitar el acceso a sus viviendas si lo acreditaban.
- No podemos.
- ¿Cuándo puedo pasar?
- A partir de las 9.
- ¡¡Pero sin son las 5!! Tío, que vengo de viaje, que mi garaje está ahí enfrente. Hazme el favor de quitar la vallita.
- No puedo.

Y así un rato, hasta que el señor agente me dice: “pero tú sabes que esto es Sevilla, yo no tengo culpa”. ¿Y yo? ¿qué culpa tengo yo?

jueves, 2 de abril de 2009

Días de Fútbol

A la misma hora que España se enfrentaba a Turquía en el infierno del Ali Sami Yen de Estambul, el verdadero centro del planeta fútbol se trasladaba a una cancha próxima a Los Bermejales, donde un grupo de valientes ponía sangre, sudor y clase sobre el terreno de juego. Lejos de los grandes focos y del impacto mediático, las pocas espectadoras que se concitaron (Gracia, Sonia, Vania y Narci, una vez más el verdadero espectáculo estuvo en las gradas) pudieron disfrutar de un despliegue de virtuosismo y talento, de fútbol furioso y estético.


Los onces titulares, compuestos por seis jugadores, confirmaron las especulaciones de días anteriores, no hubo sorpresas y cada equipo puso sobre el campo su alineación de gala, sin dejarse nada en el banquillo (literalmente). Manuel “el Gato de Onuba” fue el cancerbero del equipo oscuro, Antonio, la centella de Adamuz, se hizo dueño de la medular participando activamente en la recuperación y elaboración del juego, coronando su actuación estelar con un soberbio gol en las postrimerías del partido. Las bandas del equipo oscuro estuvieron cubiertas por dos finos estilistas, Abel y Fernando, y en punta de ataque se movieron, principalmente, Manuel Fete y David, que supieron definir el fútbol generado por sus compañeros con sendos goles cada uno. En frente, el equipo blanco presentaba un “seis” titular preñado de estrellas internacionales, liderado por Domingol (verdadero promotor de todo este asunto), acompañado de Víctor Peluquinho, Manuel from Rota, Luca Toni, Paco Leónidas e Ignacio como cerrojo del equipo.

El resultado es lo de menos cuando doce futbolistas ponen todo lo que tienen sobre el terreno de juego y se vacían para su público, así que obviemos detalles desagradables. Basta con decir que el partido dejó destellos de fútbol de calidad y fantasía, con el equipo vestido de oscuro bien ordenado sobre el terreno de juego, con un portero soberbio, fundamentando su fútbol en contras fulminantes lanzadas por sus organizadores y culminadas por sus delanteros, y con auténticos momentos de tiqui-taca, levantando paredes vertiginosas entre un bosque de piernas. El equipo blanco tiró de clase y calidad individual, con buenas diagonales lanzadas desde la banda, teniendo sus principales posibilidades a balón parado y en acometidas individuales que, cuando no se estrellaban en la defensa, morían en las manos del “Gato de Onuba”, que truncó con espectaculares intervenciones más de un mano a mano. Por el contrario, el equipo blanco, a pesar de la clase desplegada, pagó caras las constantes rotaciones en el puesto de portero.

En definitiva, una tarde de gran fútbol que dejó a todos buen sabor de boca. Esperamos ansiosos el partido de vuelta.

(Gracias a Vania por el documento gráfico).