martes, 23 de junio de 2009

Coraline y las adaptaciones al cine

Últimamente, con la crisis de inspiración que sufren los guionistas de Hollywood, que nos está deparando algunos de los guiones más deplorables de los últimos años, estamos viendo cómo el cine USA se refugia en casa ajena intentando aprovechar aquellas obras que han funcionado en otros medios de expresión (literatura, cómic o televisión).

Habitualmente, las adaptaciones al cine pueden correr dos tipos de suerte: por un lado, películas que aprovechan el tirón de la obra original para asegurarse cierta cuota de público, pero cuyo interés y respeto por el material en el que se basan no va mucho más allá. Aquí podríamos incluir películas que van desde el Drácula de Francis Ford Coppola hasta los tres Spiderman de Sam Raimi. En el otro extremo podemos encontrar cineastas que aprecian y conocen la obra que están adaptando, hasta el punto, en algunos casos, de ser verdaderos fans del material original, lo que suele desembocar en películas de más nivel (El Señor de los Anillos, Ben Hur, El Padrino) o, en el peor de los casos, en películas que intentan reflejar tan fielmente la obra adaptada que son verdaderos trasuntos de la misma (Sin City, Watchmen...).





















También nos podemos encontrar con un tercer tipo de aproximación entre cine y otros medios que se da cuando un cineasta, con un estilo marcado y peculiar, se topa con una novela, cómic, lo que sea, que encaja a la perfección con su visión del cine. Esto es lo que sucede con Coraline, la película de Henry Selick que adapta el cuento de Neil Gaiman. El estilo de Selick, director también de Pesadilla antes de Navidad, le va tanto a las obras de Neil Gaiman que lo extraño es que no hubieran trabajado juntos antes. No quiero decir que estas mezclas tengan que funcionar sí o sí, pero en este caso la mezcla de la literatura de Gaiman y el cine de Selick encajan como “un gran puzzle sideral”.

La narración oscura de Gaiman, con su habitual tenebrismo fantástico y su comicidad cínica, impregna toda la película. Si a ello le añadimos la magnífica recreación visual del mundo de Coraline, la inteligencia de sus diálogos y sus personajes, muy por encima de la mayoría de las películas animadas (excepto, quizás, las de Pixar), y lo redondeamos con una magnífica protagonista, dotada con esa brillantez de los niños listos pero aún inocentes, nos encontramos con una auténtica delicia encapsulada en forma de peli. Algo surrealista quizás (no obstante, Neil Gaiman es británico, y su inspiración más inmediata aquí es Alicia en el País de las Maravillas y A través del Espejo), pero un surrealismo más digerible que el de Lewis Carroll, con un argumento sólido y bien cerrado (un momento ¿estoy dando a entender que Alicia no tiene un argumento sólido?). Me encanta, además, que Selick haya ignorado anteriores recreaciones visuales del mundo de Coraline y haya apostado por su propia visión, mucho más atípica pero que funciona mejor que las anteriores.

Después de ver Coraline, uno desearía que la relación entre Neil Gaiman y Henry Selick se convirtiera en una alianza permanente al estilo Stephen King-Frank Darabont. Yo, desde luego, firmaba que todas las adaptaciones al cine estuvieran hechas con el mismo talento y cariño que ésta. Es más, si algún día Selick se atreve a rodar Sandman, la obra magna de Gaiman (que siempre me ha parecido inadaptable), iría a verla.

3 comentarios:

  1. En la meca del cine ya no hay nueva ideas

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  2. ¡Por fin la he visto! Me ha gustado mucho, de hecho me he sentido bastante identificada con la protagonista porque su mundo de terror se parece bastante a mi mundo de terror de la infancia…mi marido pasó auténtico miedo…en sus propias palabras «He pasado más miedo que en las películas de terror para adultos»

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  3. Es que, aunque te hayan dicho antes "¡da miedo!", como es de dibujitos te relajas y no te lo ves venir. Pero más que miedo de susto lo que da es mal rollito, que pa mí es mucho peor.

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