jueves, 27 de agosto de 2009

'Los Muertos Vivientes' de Kirkman llegan a la TV

Esta noticia no es precisamente nueva, pero hasta ahora no había tenido oportunidad de comentarla por aquí. Y es que está en proyecto una adaptción a la TV de esa obra magistral del cómic moderno que es Los Muertos Vivientes de Robert Kirkman, también conocida por Internet como Los Vivos Murientes (los que lo hayáis leído ya sabéis de lo que hablamos).



















El director implicado en el proyecto es, nada más y nada menos, que Frank Darabont, realizador de absoluta solvencia para el que suscribe, experto, además, en firmar magistrales adaptaciones literarias. Para los que no caigan, Darabont es el director de peliculones como Cadena Perpetua, y buenas producciones como La Milla Verde o La Niebla. Efectivamente, todas adaptaciones de novelas de Stephen King, y es que Darabont llegó al cine de la mano del best-seller por excelencia, después de que éste viera un cortometraje del director en el que adaptaba libremente (y sin autorización) Dollar Baby. Parece que al escritor le gustó cómo el joven realizador (de 20 años en aquel momento) había plasmado su estilo literario y, desde entonces, es el encargado de versionar todas las novelas de Stephen King llevadas al cine.

Y es que, mientras leía Los Muertos Vivientes, pensaba “qué pedazo de serie podría salir de aquí”. Se ve que alguien más lo pensó. Si tenemos en cuenta la creciente calidad de las series de TV USA, le sumamos que Darabont es el director involucrado, que Robert Kirkman va a supervisar todos los guiones y que el realizador ya ha asegurado que, como en el cómic, se va a centrar en la supervivencia y en cómo se interrelacionan las personas en situaciones críticas, pues tenemos entre manos algo que pinta muy bien. No hace falta más para hacerme feliz.

domingo, 23 de agosto de 2009

Tratado sobre la mentira (por el Dr. Gregory House)

Vale, primera mentira del artículo ya en el título: evidentemente no lo ha escrito Greg House, sino David. Casi dos mentiras, porque llamarle a esto tratado es mucho presumir. En realidad, el título iba a ser “La mentira, ¿es rentable?”, pero pensé que lo de House vendería más.

Y esto me sirve para introducir el tema del que quiero hablar, ¿resulta rentable mentir? Puede que haya conseguido un par de visitas procedentes de Google, un par de fans de House que creían que iban a leer algo sobre su serie favorita y han acabado en un artículo chorra de mi blog, por lo que han picado en el botón de “Atrás” de su navegador automáticamente. Pero puede que con mi “hábil” primer párrafo haya conseguido engancharlos. De cualquier modo, House tiene algo que ver con lo que quiero comentar.
















El jefe de la unidad de diagnósticos del Princeton-Plainsboro tiene como axioma el hecho de que “todo el mundo miente”, una verdad (quizás no tan absoluta) que podemos constatar en nuestro día a día. Pero quiero dejar los aspectos morales del hecho de mentir, y centrarme en los puramente pragmáticos: ¿conviene mentir? Ya se sabe que “se coge antes a un mentiroso que a un cojo” y que “la mentira tiene las piernas cortas”, pero cuál es vuestra verdadera experiencia. ¿Habéis obtenido beneficios al utilizar la mentira? ¿O a medio-largo plazo ésta se ha vuelto en vuestra contra? Es decir, ¿conseguís rentabilizar las mentiras?

Creo que la experiencia puede ser distinta en cada caso, supongo que dependa sobre lo que mientas y cómo lo hagas. Hay gente que tiene un talento natural y lo utiliza, incluso que se ganan la vida como mentirosos profesionales (les llaman estafadores). Otras personas, sin embargo, son pésimos mentirosos, mienten sobre cosas que no les reporta ningún beneficio objetivo, pero continúan haciéndolo, simplemente no pueden evitarlo. Supongo que esto responde más bien a algún tipo de desorden psicológico.

Respecto a los que mienten de forma voluntaria, podemos identificar distintos tipos de mentira: las mentiras elaboradas, sencillamente sabes que se te viene un marrón encima, o que puedes obtener algo mintiendo, y te lo curras, elaboras una mentira intentando que tenga pocos puntos débiles. Otras veces, la mentira salta a tus labios, parece que otro hable por ti, y mientras estás escupiendo tu sucia mentira piensas: “¿¡Pero qué coño estoy diciendo!?”. Este segundo tipo suele ser bastante peligroso; pongo por ejemplo la anécdota que nos contó XXXXX en la barbacoa de Sonia: conducía su coche de regreso a casa por la noche, alguna copilla encima, le para un control de la policía y, cuando le preguntan si ha bebido algo, le suelta “yo no bebo agente, soy epiléptico y mi medicación me lo impide”. He ahí un claro ejemplo de mentira suicida.

Una tercera tipología es la gente que miente y se cree sus propias mentiras (o eso parece). Lo observo con bastante frecuencia, mienten descaradamente, de manera flagrante y con gente delante que sabe que lo que dicen no es cierto, pero no se cortan un pelo, lo cuentan con total convicción. Yo cuando veo a estos especimenes alucino, mentir a sabiendas con tal seguridad es muy complicado, y la conclusión a la que llego es que, no sé por qué retorcido mecanismo de su cerebro, ellos creen a pies juntillas que lo que dicen es verdad. En muchos casos creerte tus propias mentiras no responde a un mecanismo “unicerebral”, sino a una dinámica de grupo: existe una verdad incómoda para todo el colectivo y alguien crea una mentira cómoda de creer, que justifica nuestros actos o comportamiento y, sencillamente, todos la asumen como cierto. La repiten allá donde van y se enfrentan con el que les haga notar que están intentando reemplazar la verdad con una bonita mentira de diseño. Sorprendente ¿verdad? Es muy habitual en ciertos ámbitos.

En relación con esta última, tenemos un tipo de mentira que se da en las organizaciones y colectivos, no en individuos aislados. Hay organizaciones de personas que funcionan sobre una mentira que, por lo que en Teoría de la Comunicación se llama “espiral de silencio”, nadie se atreve a señalar. Son organizaciones que en muchos casos gestionan poder y dinero y que funcionan en base a unos objetivos fijados en su “discurso fundacional”. Ese discurso se sigue repitiendo, se continúa usando como manera de justificar la actividad del colectivo, pero en realidad carece de sentido, porque el único sentido de dicha organización es sustentar a los que la componen y defender sus intereses, aunque para ello tengan que actuar contra sus objetivos fundacionales (que continuarán defendiendo en su oratoria, por supuesto).

También tenemos las exageraciones, un tipo de mentira sutil y, por lo general, inofensiva, de la que se nos suele acusar a los andaluces. Quizás es que la vida, si no se exagera, resulta muy aburrida.

Me gustaría que me ayudarais a identificar más tipos de mentira, y que me contéis qué tal se os dan (existe una casilla de anónimo en formulario de blogger). En mi caso os diré que intento no mentir en la medida de lo posible, no sé si por motivos éticos o porque le tengo pánico a la humillación de ser descubierto mintiendo (¿nunca os habéis puesto rojos de pequeño cuando os han pillado en evidencia?). Lo cierto es que las evito todo lo posible. Excepto algunas mentirijillas sin maldad, claro.

En lo que sí soy bastante estricto es en no mentirme a mí mismo. Es una de mis máximas vitales. Ocultar o falsear una realidad para no afrontarla, para no sentirnos incómodos, no es una buena manera de vivir. Creo que, como mínimo, debemos ser honestos con nosotros mismos.

viernes, 21 de agosto de 2009

Shyamalan nos propone una de artes marciales

El otro día en el cine, esperando a que empezara G.I Joe (lo reconozco, he ido a ver G.I Joe, pero la culpa no fue mía, ¿verdad Antonio?) me sorprendió el siguiente trailer:



El caso es que The Last Airbender me ha llamado la atención, más que nada por el nombre de su director. Que "autores" (¡ojo! todos los directores no son autores) como M. Night Shyamalan hagan cine de género palomitero siempre me ha gustado. Vale que Shyamalan no es Almodóvar, que su cine de autor es bastante comercial (terror, misterio, etc...) pero tiene, sin duda, un toque personal, una serie de referencias y constantes en su producción, que imprime a todas sus películas. Y una de artes marciales es algo que se sale bastante de sus parámetros. Sé que autor+cine comercial no es garantía de éxito, ni mucho menos. Ahí tenemos el Hulk de Ang Lee, y todavía estoy temblando por lo que Kenneth Branagh pueda hacer con Thor.

Hay otro factor que añadir a la ecuación: la larga travesía por el desierto que está sufriendo el cine de artes marciales, y es que, si mal no recuerdo, desde Tigre y Dragón no hay nada decente en el género (¿cuenta Kung Fu Panda?). Quizás The Last Airbender sea la respuesta a esta larga sequía.

miércoles, 19 de agosto de 2009

¡Mi blog sobre cómics!



Le he cogido gustillo a esto de escibir tonterías, así que me he creado otro blog, en este caso para hablar específicamente de una de mis aficiones: ¡los cómics!

Por tanto, los interesados ya sabéis lo que tenéis que hacer: leer con asiduidad "¿No eres mayor para leer CÓMICS?". Escribiré periódicamente reseñas sobre los cómics que se van publicando, puntuándolos de una manera totalmente parcial y subjetiva, y colgaré artículos sobre la actualidad del sector. Como siempre, podéis comentar lo que os dé la gana, preguntar, opinar, etc, que nadie piense que hay que ser "entendido" en la materia.

Espero que alguien lo disfrute, ¡yo lo haré!

lunes, 17 de agosto de 2009

9.58''

Usain Bolt forzó ayer, en un día para la historia del deporte, los límites de lo humano. El Olympiastadion de Berlín fue testigo de cómo el jamaicano establecía un nuevo horizonte para la raza humana al parar el crono en 9.58’’ en los 100 metros lisos. Hasta su irrupción en el atletismo mundial, todos coincidían en que correr 100 metros en menos de 9.60’’ era una quimera, un punto de inflexión que quizás algún día veríamos (o que verían nuestros nietos) en las próximas décadas. No digamos ya la legendaria marca de 9.50’’, un imposible, un ideal que sólo podría alcanzar el atleta perfecto, esculpido en el mismo molde de Mercurio, haciendo la carrera perfecta. Pero Usain Bolt asegura ser capaz de correr los 100 metros en 9.40’’. Una fantasmada claro, pero yo no apostaba ni un céntimo en contra.


El más dopado Ben Johnson marcó en Seúl un récord estratosférico de 9.79’’, que en su momento pareció imbatible. Tyson Gay demostró ayer que podía cumplir su amenaza de alcanzar el récord mundial establecido por Bolt en Pekín (9.69’’) al correr los 100 metros en 9.71’’. Un logro encomiable, la mejor marca registrada por un humano (desde ayer sabemos que Usain Bolt no lo es), que en cualquier otro momento de la historia le hubiera reportado gloria eterna. En cualquier otro momento, pero no en éste, en el que debe correr a la sombra de un gigante de 1,96 metros capaz de coordinar la zancada como un guepardo.

Debe ser duro saberte uno de los mejores velocistas de todos los tiempos y vivir bajo el reinado de Usain Bolt. Ayer veía al jamaicano con su aire despreocupado y bromista de siempre, y veías a Tyson Gay concentrado, ensimismado en su mundo. Para el norteamericano correr es lo más serio del mundo, a lo que ha consagrado su vida, en lo que siempre ha sido el mejor con diferencia, para los atletas de ese talante saberse imbatible es la base de su autoestima. Cómo debe sentirse al ver que, sin mayor esfuerzo, entre sonrisas y bailes, de manera aparentemente despreocupada, jugando en definitiva, Bolt establece récord tras récord. Hoy no me gustaría ser Tyson Gay.

viernes, 14 de agosto de 2009

El hombre con peor/mejor suerte del mundo

Hace una semana El Invitado de Invierno nos recordaba en su blog que el 9 de septiembre fue el (triste) aniversario del lanzamiento de la bomba atómica en Nagasaki. Inmediatamente me acordé de la historia de Tsutomo Yamaguchi, un japonés que sobrevivió a los ataques nucleares sobre Hiroshima y Nagasaki.

Al parecer, Yamaguchi se encontraba por motivos de trabajo en Hiroshima el 6 de agosto de 1945, día en que el Enola Gay lanzó la bomba sobre la ciudad. Aunque Yamaguchi resultó herido con quemaduras por todo el cuerpo, pudo viajar a su ciudad de residencia (Nagasaki) tres días después, sólo para revivir la experiencia de un segundo ataque nuclear.

En 2009 el gobierno japonés ha reconocido a Tsutomo Yamaguchi como la única persona de la que se puede documentar que sobrevivió a ambas tragedias. ¿Es eso buena o mala suerte? No sé, decididlo vosotros.

Os dejo una foto de Yosuke Yamahata, fotógrafo que retrató la tragedia de Nagasaki.

martes, 11 de agosto de 2009

¿Merece la pena ir al cine?

Y no me refiero a la calidad de la oferta cinematográfica (ahí entran los gustos de cada uno), sino a lo que tenemos que soportar una vez dentro de la sala y ya te han metido el sablazo de 6 euros en la taquilla. Pongo un ejemplo: el otro día fuimos a un cine del centro, uno de esos viejos cines-teatro que mantienen cierto encanto decadente y que, gracias al público más cool de cada ciudad (gafapastas según la nueva terminología) continúan abierto. Entendedme, no es que mis acompañantes y yo nos consideremos muy cool, es sólo que en estos cines suele ir un público de más edad, más tranquilo, que prefiere ver las pelis en un grave silencio para luego diseccionarlas en una terraza cerveza en mano. Esto tiene como ventaja que, por lo general, puedes ver la película en condiciones medio decentes.

Pues bien, en un cine de estos estábamos con la sana intención de ver tranquilos el estreno de UP, la nueva ‘obra-maestra-de-Pixar’ (que paso de reseñar porque un amigo lo ha hecho muy bien, y para eso inventaron los vínculos en Internet), cuando un grupo de niñatos de entre 13 y 17 años empezaron a ejercer el cafrerío que les es inherente. Los mierdecillas hacían lo normal, lo que suelen hacer en sus casas (correr, golpearse, hablar a voz en grito… gilipolleces varias), sólo que en lugar de hacerlo en sus casas sus padres les habían dicho “tomad 30 euros y marchaos al cine, a darle por culo un ratito a otro”, y ellos, obedientes, pues fueron.

Bueno, os podéis imaginar la situación: los cabroncetes ignoraban alegremente cualquier “shhhh” o llamada de atención. La tocada de huevos era antológica, y sólo cuando les dimos a entender que estaban a pique de provocar un linchamiento público se vinieron un poco abajo.

En fin, todo esto viene a cuento de que estas situaciones son cada vez más habituales en las salas de cine. Y no sólo en las multisalas de centros comerciales, donde suelen acudir energúmenos de todo tipo con diarrea verbal, sino que ya pasa incluso en las salas más alternativas, donde uno espera que, a cambio de tener que soportar butacas más viejas, peores equipos de sonido y ciertas dosis de humedad, por lo menos podrá ver la película tranquilo. Ahora yo me planteo, una entrada de cine media viene a costar 6 eurazos, un pequeño sablazo vamos, ¿no me da eso derecho a ver una película en condiciones óptimas, no me da derecho a lo que he pagado? Supuestamente, quien oferta el servicio debe garantizar que lo ofrece en buenas condiciones. ¿Por qué tenemos que ser los atormentados espectadores que hemos pagado la entrada los que nos peleemos con estos energúmenos carentes del más mínimo civismo? ¿Por qué cada vez que voy al cine sé que voy a tener que encararme con alguien para poder ver la peli en paz? O eso, o hacer un ejercicio de autocontrol digno de Buda, morderme la lengua, y escuchar durante 120 minutos las gilipolleces del/los capullo/s de turno.

¿Tan complicado es que los exhibidores, esos señores que tanto lloran por el maltrato que sufren del Gobierno, pongan un responsable de sala, que se asegure de que la proyección transcurre con normalidad? No, no, un momento. No pido uno por sala, con que hubiera una o dos personas que pasaran por las salas viendo que todo se desarrolla con normalidad a mí ya me bastaba. El nivel de abandono es tal que, en unos multicines, tuve que levantarme seis veces para decir que enfocaran el proyector, porque se desenfocaba solo cada 5 minutos, y si no ibas a avisar nadie se molestaba en enfocarlo. A la séptima, como yo era el único que se levantaba, y la manada de ñus permanecía impasible viendo la pantalla borrosa, opté por tragarme la peli desenfocada y quejarme después. Porque eso es otra, la bovina pasividad de la gente. Aunque eso es digno de un estudio sociológico, más que de una entrada en el blog.

En fin, ¿merece la pena ir al cine? ¿Compensa gastarte (entre tu pareja y tú) 12 euros para ver una película en una sala, en lugar de esperar al DVD que tardará tres meses en salir? Sólo digo una cosa, durante la crisis de las salas de cine (80-primeros 90), los que continuaron yendo a las salas eran los amantes del cine, los mismos que ahora deben sufrir al gilipollas de turno. Tal como están las cosas, lo que cuesta una entradita y la desleal competencia de Internet, no sería de extrañar una nueva crisis de los exhibidores. Si entonces, los que siempre hemos ido al cine, ya hemos perdido el hábito precisamente por la desidia de los exhibidores, ¿qué sucederá? Sí, estoy cabreado.

martes, 4 de agosto de 2009

Has vivido lo que todos...

Muerte, la guapa y extrovertida hermana de Sandman, tiene una de las mejores líneas de diálogo que he leído. Sencillamente, me encanta. Ojalá se me ocurrieran cosas así.























Muerte acude a recoger a Bernie Capax, un inmortal que acaba de fallecer:
-Han sido, no sé, quince mil años. Está muy bien, ¿no? he vivido mucho tiempo-.
-Has vivido lo que todos, Bernie. Toda una vida-.

"Sandman: Vidas Breves" (Neil Gaiman)