domingo, 23 de agosto de 2009

Tratado sobre la mentira (por el Dr. Gregory House)

Vale, primera mentira del artículo ya en el título: evidentemente no lo ha escrito Greg House, sino David. Casi dos mentiras, porque llamarle a esto tratado es mucho presumir. En realidad, el título iba a ser “La mentira, ¿es rentable?”, pero pensé que lo de House vendería más.

Y esto me sirve para introducir el tema del que quiero hablar, ¿resulta rentable mentir? Puede que haya conseguido un par de visitas procedentes de Google, un par de fans de House que creían que iban a leer algo sobre su serie favorita y han acabado en un artículo chorra de mi blog, por lo que han picado en el botón de “Atrás” de su navegador automáticamente. Pero puede que con mi “hábil” primer párrafo haya conseguido engancharlos. De cualquier modo, House tiene algo que ver con lo que quiero comentar.
















El jefe de la unidad de diagnósticos del Princeton-Plainsboro tiene como axioma el hecho de que “todo el mundo miente”, una verdad (quizás no tan absoluta) que podemos constatar en nuestro día a día. Pero quiero dejar los aspectos morales del hecho de mentir, y centrarme en los puramente pragmáticos: ¿conviene mentir? Ya se sabe que “se coge antes a un mentiroso que a un cojo” y que “la mentira tiene las piernas cortas”, pero cuál es vuestra verdadera experiencia. ¿Habéis obtenido beneficios al utilizar la mentira? ¿O a medio-largo plazo ésta se ha vuelto en vuestra contra? Es decir, ¿conseguís rentabilizar las mentiras?

Creo que la experiencia puede ser distinta en cada caso, supongo que dependa sobre lo que mientas y cómo lo hagas. Hay gente que tiene un talento natural y lo utiliza, incluso que se ganan la vida como mentirosos profesionales (les llaman estafadores). Otras personas, sin embargo, son pésimos mentirosos, mienten sobre cosas que no les reporta ningún beneficio objetivo, pero continúan haciéndolo, simplemente no pueden evitarlo. Supongo que esto responde más bien a algún tipo de desorden psicológico.

Respecto a los que mienten de forma voluntaria, podemos identificar distintos tipos de mentira: las mentiras elaboradas, sencillamente sabes que se te viene un marrón encima, o que puedes obtener algo mintiendo, y te lo curras, elaboras una mentira intentando que tenga pocos puntos débiles. Otras veces, la mentira salta a tus labios, parece que otro hable por ti, y mientras estás escupiendo tu sucia mentira piensas: “¿¡Pero qué coño estoy diciendo!?”. Este segundo tipo suele ser bastante peligroso; pongo por ejemplo la anécdota que nos contó XXXXX en la barbacoa de Sonia: conducía su coche de regreso a casa por la noche, alguna copilla encima, le para un control de la policía y, cuando le preguntan si ha bebido algo, le suelta “yo no bebo agente, soy epiléptico y mi medicación me lo impide”. He ahí un claro ejemplo de mentira suicida.

Una tercera tipología es la gente que miente y se cree sus propias mentiras (o eso parece). Lo observo con bastante frecuencia, mienten descaradamente, de manera flagrante y con gente delante que sabe que lo que dicen no es cierto, pero no se cortan un pelo, lo cuentan con total convicción. Yo cuando veo a estos especimenes alucino, mentir a sabiendas con tal seguridad es muy complicado, y la conclusión a la que llego es que, no sé por qué retorcido mecanismo de su cerebro, ellos creen a pies juntillas que lo que dicen es verdad. En muchos casos creerte tus propias mentiras no responde a un mecanismo “unicerebral”, sino a una dinámica de grupo: existe una verdad incómoda para todo el colectivo y alguien crea una mentira cómoda de creer, que justifica nuestros actos o comportamiento y, sencillamente, todos la asumen como cierto. La repiten allá donde van y se enfrentan con el que les haga notar que están intentando reemplazar la verdad con una bonita mentira de diseño. Sorprendente ¿verdad? Es muy habitual en ciertos ámbitos.

En relación con esta última, tenemos un tipo de mentira que se da en las organizaciones y colectivos, no en individuos aislados. Hay organizaciones de personas que funcionan sobre una mentira que, por lo que en Teoría de la Comunicación se llama “espiral de silencio”, nadie se atreve a señalar. Son organizaciones que en muchos casos gestionan poder y dinero y que funcionan en base a unos objetivos fijados en su “discurso fundacional”. Ese discurso se sigue repitiendo, se continúa usando como manera de justificar la actividad del colectivo, pero en realidad carece de sentido, porque el único sentido de dicha organización es sustentar a los que la componen y defender sus intereses, aunque para ello tengan que actuar contra sus objetivos fundacionales (que continuarán defendiendo en su oratoria, por supuesto).

También tenemos las exageraciones, un tipo de mentira sutil y, por lo general, inofensiva, de la que se nos suele acusar a los andaluces. Quizás es que la vida, si no se exagera, resulta muy aburrida.

Me gustaría que me ayudarais a identificar más tipos de mentira, y que me contéis qué tal se os dan (existe una casilla de anónimo en formulario de blogger). En mi caso os diré que intento no mentir en la medida de lo posible, no sé si por motivos éticos o porque le tengo pánico a la humillación de ser descubierto mintiendo (¿nunca os habéis puesto rojos de pequeño cuando os han pillado en evidencia?). Lo cierto es que las evito todo lo posible. Excepto algunas mentirijillas sin maldad, claro.

En lo que sí soy bastante estricto es en no mentirme a mí mismo. Es una de mis máximas vitales. Ocultar o falsear una realidad para no afrontarla, para no sentirnos incómodos, no es una buena manera de vivir. Creo que, como mínimo, debemos ser honestos con nosotros mismos.

1 comentario:

  1. Me temo colega que en el ámbito en el que nos movemos (o nos hemos movido) hemos visto más casos de "mentirosocobistafanfarronfantamón" que tentáculos tiene su malignidad de R´Lyeh Cthulhu. Me encanta el subgénero de mentiroso que miente a sabiendas de que todo el mundo sabe que es mentira lo que dice, pero aún así la sigue manteniendo sin recato y desvergüenza.

    Jezú.

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