martes, 16 de marzo de 2010

Encrucijada de caminos

Últimamente me encuentro en una encrucijada de caminos. No sé hacia donde ir. Ya habréis adivinado que no me refiero a "ir" en el aspecto físico, es algo más vital. Es la eterna pregunta: "¿qué hago con mi vida?". Puedes esperar que la pregunta se responda sola, entonces será la vida la que haga algo contigo, te zarandeará y te llevará por donde ella quiera. O puedes intentar responder la pregunta tú mismo. Intentar elegir el camino, "labrarte tu propio futuro" (más frases hechas).

Intento visualizar mi futuro, qué me gustaría estar haciendo dentro de cinco años. Hay cosas que me gustarían. Ahora intento idear un plan para llegar a dichas metas, y ahí es donde todo se viene abajo. No encuentro maneras realistas de alcanzar mis objetivos, necesito puntos de apoyo que no están a mi alcance. Estoy en una encrucijada de caminos, el problema es que no veo los caminos, no hay indicaciones ni sendas horadadas sobre las que caminar, sólo un inmenso erial a mi alrededor. Siempre me gustaron los retos.

jueves, 11 de marzo de 2010

La maldición de octavos ya es oficial

Y mira que yo al partido le veía mala pinta. No de ayer, sino desde que terminó el encuentro de ida: eso de no marcar un gol en campo ajeno te condiciona muchísimo, porque como el otro acierte a marcar en tu casa, con el valor doble de los goles a domicilio, te ves obligado a un esfuerzo espectacular para levantar la eliminatoria. Pues justo eso fue lo que pasó: la primera parte el Madrid venga a atacar, con la defensa adelantadísima y unos huecos que daban vértigo, gietas por las que el Lyon se filtraba de vez en cuando, provocando un mal rollito tremendo cada vez que pisaban el área madridista. Y yo pensaba, "vale, necesitamos marcar para igualar la eliminatoria, y luego haremos un fútbol más pausado". ¡Leches pausado! ¡Qué meten el gol y siguen igual! Sobrerrevolucionados, atacando sin vigilar los espacios que se dejaban atrás, y así no se plantean estas eliminatorias.


Mira que yo no soy sospechoso de ser amante de catenaccio (en el Pro Evolution sigo jugando con un 3-4-3, ¡toma ya!) pero estos partidos, con el resultado que traía el Madrid, hay que jugarlos a la italiana. Sobre todo después de meter el primer gol, tras el cual la prioridad no era meter un segundo, sino que no te metieran uno, porque el escenario entonces se tornaba dramático. Después del primer gol el Madrid debería haber levantado el pie del acelerador y haber contemporizado: "ya estamos iguales y jugando en mi terreno, ahora ven a por mí si te atreves". Debería haber juntado las líneas, haber cerrado huecos y haber atacado sólo con los tres de arriba, que se deberían bastar para hacerle un gol al Lyon. Me acuerdo de un partido similar del Milán de Capello: le bastaba con un gol para pasar la eliminatoria pero, sobre todo, que no le marcaran. A ellos les daba igual meter el gol en el minuto 5, el 90 o en la prórroga. Y no dieron opción al equipo contrario de hacerle ni una jugada de peligro, y metieron su gol en el 88. ¡Qué suerte estos italianos! ¡Siempre igual! Suerte no, es que estas eliminatorias se juegan así, por algo tienen cinco Mundiales.

Bueno, me podréis decir que hablar a posteriori es muy fácil, que cómo puedo pedir que jueguen como Capello y todo eso. Pero es que durante el partido lo estaba viendo, el Olympique llegaba poco pero, con que acertara una, adiós. La situación me recordó a la eliminación de España en el pasado mundial de Alemania: nos adelantamos en el marcador, debíamos tomárnoslo con calma, pero España siguió jugando al ataque como si necesitara el gol, cuando los que lo necesitaban eran los franceses. Y, claro, goles de Ribery y Zidane. No cometer esos errores, saber manejar los tiempos del juego en esas situaciones, a eso se le llama saber competir. España no sabía, y se ve que este Madrid tampoco.

Es el sexto año que el Real Madrid cae en octavos de la Champions League, y este año el fracaso es más rotundo, porque evidentemente el club no se ha gastado 250 millones de euros este verano para obtener el mismo resultado en la competición que define al Real Madrid como leyenda. Aun así, espero que la institución sepa tomarse esta eliminación con calma. Y con esto quiero decir que no comience a discutirse la figura de Pellegrini, que está haciendo una ejemplar campaña en liga contra el que es, probablemente, el mejor equipo de fútbol de la historia; y que en Champions se ha equivocado, sobre todo en el planteamiento del partido de ida en Lyon, porque en el de vuelta poco más se le puede pedir. Quizás que hubiera contenido más al equipo tras el primer gol, que hubiera pedido más sangre fría a sus jugadores, pero respecto a la alineación sacó lo que todo el mundo veía lógico antes del partido. No se nos puede olvidar que este Real Madrid es un equipo en construcción, con siete jugadores nuevos en el once titular, y que precisamente en este tipo de competiciones es donde se pagan los errores puntuales.

Pero al margen de la eliminación en Champions, he visto al Madrid de Pellegrini hacer un fútbol espectacular, como no se le veía a este equipo desde hacía años, así que espero que se dé tiempo al pastel para que acabe de cuajar, porque si lo que se ha vislumbrado puntualmente consigue convertirse en una feliz constante, el club puede disfrutar de una época gloriosa.

Por cierto, una vez que hemos comprobado lo difícil que es este campeonato, ¿recordáis lo que hizo Del Bosque en el año que lo echaron del banquillo? Ganó la liga y llevó al Madrid hasta la semifinal de la Champions, donde cayó contra la Juventus en DelleAlpi porque Figo falló un penalti. ¡Qué injusto se ha sido con ese hombre!

Foto: AS.com

viernes, 26 de febrero de 2010

El cine español aprende a competir en taquilla

El pasado año resultó mucho mejor de lo esperado en cuanto a taquilla para el cine español. En verano de 2009 nada hacía aventurar que la campaña acabaría siendo una de las mejores en cuanto a recaudación para la historia de nuestro maltrecho cine patrio; y es que la cuota de pantalla había sido del 9,9% durante el primer semestre del año. Esto no hacía sino consolidar una caída libre que había comenzado en 2005 (año en el que sólo el 21,3% de las películas vistas en nuestras salas eran españolas), y había empeorado en 2006 (18,8% de cuota de pantalla), 2007 (15,8%) y 2008 (13,1%). Por tanto, ese 9,9% registrado el pasado mes de julio hacía temblar a más de uno.


Pinta mal la cosa ¿no? Pues, si la analizamos más a fondo, pinta peor: y es que en 2008 las películas españolas recaudaron en taquilla 81 millones de euros, pero recibieron subvenciones del Fondo de Protección a la Cinematografía por valor de ¡85 millones de euros! El dato es demoledor, en 2008 nuestra industria cinematográfica comió de lo que le pagaba el Estado, algo inimaginable en cualquier otro sector productivo. Aquí tengo que citar ineludiblemente a mi amigo Antonio, que constantemente me recuerda que la mayoría de los cineastas españoles viven de la sopa boba. Su argumento es inapelable: "si yo abro una zapatería y no vendo zapatos, la cierro porque el negocio no es rentable, y asumo las consecuencias de mi mala inversión o incompetencia para gestionar el negocio. Pero si en España haces una película que naufraga en taquilla, ¡no pasa nada! Pides una subvención al Gobierno y haces otra". Y así tenemos grandes directores que a Garci y cuatro más les deben encantar, pero que al público (el que paga) está visto que no; pero a pesar de contar sus estrenos por discretos (o fracasos) siguen en el negocio. Oiga, así también hago yo cine.

Volvamos a verano de 2009, ¿qué fenómeno se produjo a partir del mes de octubre para darle la vuelta a la tortilla? Pues fenómenos con nombre y apellido: Rec 2, Celda 211, Spanish Movie, Planet 51, Ágora y El secreto de sus ojos. Seis números 1 de taquilla, algo impensable para el cine español, que cuando ha registrado una buena taquilla anual suele ser arrastrada por una o dos películas (los casos de Torrente 2 y Los Otros son de referencia). Estas películas han tenido tal respuesta de público que permitieron cerrar 2009 con una recaudación estimada de 104 millones de euros (aún no se conocen datos oficiales), a lo que se deberá sumar lo que recauden en salas de otros países. Y el tirón de estas producciones continúa siendo el principal sustento de la taquillas española durante los primeros meses de 2010. ¿Notáis cuál es el parecido entre todas ellas? La calidad es más bien dispar, y el público al que se dirigen también. La respuesta es que TODAS son películas de género: terror, thriller carcelario, comedia que copia descaradamente a las spoof movie yankis, animación digital, un péplum en toda regla y un thriller noir de investigación.

Nada de triángulos amorosos, de tórridos romances, de complicadas tragedias, de comedias castizas... nada de eso. Cine de género con la estructura y referencias heredadas del cine USA, el cine que va a ver la gente, al que está acostumbrado el público (sí, porque nuestro público conoce y disfruta más los patrones del cine USA que los del cine español, basta con ver la taquilla). Los productores de estas películas lo sabían, y los directores (en su mayoría jóvenes que han bebido más del cine de Spielberg, los Farrelly o Pixar que de Garci, Trueba y Bigas Luna) también, y han ofrecido descaradamente y sin tapujos lo que el público demandaba. Acompañado, eso sí, por una producción y una inversión a la altura de lo que nos suele proponer Hollywood, porque si no, no cuela. ¿Alguien cree que Ágora tiene peor puesta en escena que los últimos péplum procedentes de Hollywood? ¿O nota alguna diferencia entre la animación de Planet 51 y la de una peli de Dreamworks? Son películas realizadas por equipos eminentemente españoles, pero con un continente y un contenido más del gusto del público global, lo que permitirá que continúen su carrera comercial fuera de nuestras fronteras.

La duda que nos queda es, ¿es esta tendencia positiva? Yo creo que sí. Muchos afirmarán que esto es abrazar la globalización, perder la seña de identidad de nuestro cine. Yo creo que al público hay que entretenerle, ofrecerle lo que quiere, y después le podremos deslizar sutilmente nuestro mensaje, nuestro estilo o nuestra seña de identidad.

Lo que está claro es que el cine español no podía seguir por donde iba; así que, bienvenido este cine español de género, este cine comercial, de valores de producción elevados y grandes inversiones. Primero ganémonos al público, que esto es una industria, y luego preocupémonos de nuestras señas de identidad

Safe Creative #1002265632728

lunes, 1 de febrero de 2010

Temporada final de Perdidos: el hito de la TV moderna llega a su conclusión

Hoy se estrena en USA la temporada final de Perdidos (Lost), el broche final de una serie que ha revolucionado los parámetros de la ficción televisiva; una producción que, guste o no, ha supuesto un hito como pocos en la historia del medio.


¿Es Lost tan buena como dicen? Sin duda lo es, porque más allá de su adictiva trama y de su impecable uso del cliffhanger (ese final de capítulo abrupto que nos deja impacientes por ver el siguiente), más allá de sus poderosos personajes, la creación de J.J. Abrams y Damon Lindelof logra reescribir a lo largo de sus cinco años en antena las reglas del juego, la manera en que se debe hacer televisión.

Y es que Perdidos ha roto con muchas de las leyes no escritas del medio: los arcos argumentales no duran un capítulo, como es habitual en la ficción televisiva, ni siquiera una temporada, sino que se han mantenido a lo largo de seis años; adiós también a la continuidad temporal, con constantes saltos en el relato que hace un uso masivo del flashback y el flashforward; y adiós a la tiranía del estudio, que dictaba que una producción debía alargarse si era rentable: en Lost el desarrollo y el final de la serie han estado planeados al milímetro desde el principio, y durante los últimos cinco años hemos asistido a cómo la trama se hilvanaba poco a poco, como piezas de un puzzle que van cayendo y encajando, formando un cuadro que paulatinamente vamos comprendiendo mejor a medida que tenemos nuevas piezas que colocar en el tablero.

A ello debe sumarse el tan comentado uso de Internet como elemento de difusión de la serie y potente herramienta de comunicación entre sus creadores y los fans de la misma. Fans que han sabido organizarse a través de la Red para presionar y mantenerla en antena incluso cuando las audiencias eran pobres; algo que sucedió principalmente en los comienzos de la primera temporada, cuando la cadena ABC decidió echar al productor después de gastarse 13 millones de dólares en el aparatoso episodio piloto, sin que se supiera muy bien a dónde iba a parar todo aquello.

Ciertamente, Perdidos introduce muchos elementos novedosos en la ficción televisiva, pero personalmente creo que lo más importante de esta serie es que presupone que sus espectadores son gente inteligente. Perdidos rompe con la gran regla no escrita de la televisión, que dicta que al espectador se le debe dar un producto ligero que asimile con facilidad, y plantea una historia y un desarrollo que suponen todo un reto para su público. Abrams y Damon nos dicen "el camino va a ser largo y difícil, a menudo os sentiréis perdidos, pero os prometemos que llevaremos esto a buen puerto y que os lo pasaréis bien durante el trayecto, pero tenéis que poner de vuestra parte".

Personalmente, esta es la televisión que llevaba esperando toda mi vida, la que me trate como una persona inteligente; la que, al igual que un buen libro, me rete a pensar y reflexionar, a intentar anticiparme al autor; la que me deje clavado en el sofá asimilando lo que he visto. Esa es la propuesta de Perdidos, la propuesta de otra televisión que está ahí: la propuesta de Urgencias, de The Wire, de House, de Los Sopranos, de Entourage y de Battlestar Galactica, de Dexter y de Mad Men. Otra televisión de la que Perdidos es su exponente más popular, pero (¡gracias a dios!) no el único.

Os dejo con esta fantástica infografía, titulada "Una isla perdida en el tiempo", realizada por el diario Público para su reportaje con motivo de esta sexta temporada.




martes, 26 de enero de 2010

Mujeres y madres

Me he acordado de una conversación que tuve hace algún tiempo con varias compañeras. Hablaban de cómo se definirían como personas, qué es lo que más definía su identidad. Obviando nombres, una le comentaba a otra: "pero di la verdad, desde que tienes niños tú ante todo te sientes madre", a lo que la aludida respondía "No, ante todo no. Soy madre, pero también muchas otras cosas". Eso me hizo pensar en cuántos hombres se definirían como "padres ante todo"; muy pocos creo yo.

Y en un primer momento la respuesta me chocó, porque existe una cierta conciencia cultural de que la maternidad es la función más sagrada que puede desarrollar una mujer, así que no me esperaba esa negativa tan rotunda a una máxima implícita, a un acuerdo consuetudinario que no se suele verbalizar pero que está ahí. Y tras reflexionar un poco sobre ello, te das cuenta de que la maternidad ha sido una poderosa herramienta machista, si no la principal, para frenar el desarrollo de la mujer. Cuando llegaba un niño al mundo se daba por sentado que su educación era la responsabilidad principal de las madres, y en base a este argumento la mujer debía abandonar su carrera profesional,cualquier aspiración personal, retirarse de la vida social activa y consagrarse al cuidado de la descendencia y de su casa. En la mayoría de los casos de buen grado, sin darse cuenta en ese momento del sacrificio que se les pedía, imbuidas de ese concepto trasmitido generación tras generación de lo que debía ser la maternidad.

Sabemos que hoy no es así (al menos no en todos los casos) pero, principalmente, porque si los dos miembros de la pareja no trabajan una familia no se puede mantener. Era un debate que, por una razón u otra, creía superado. Pero cuando escuchas a mujeres progresistas decir que ante todo son madres... Quiero decir, yo también pienso que ser padre es la mayor responsabilidad que puede asumir un ser humano, al menos durante el período de tu vida en la que tus hijos dependen de ti, pero una definición reduccionista de ese tipo es una trampa usada a lo largo de la historia contra la mujer, una trampa que daba a entender que la que no lo sacrificaba todo por su familia era una mala mujer, una trampa que aún hoy sigue funcionando.

En esta sociedad utilitarista, en la que insistimos en pensar que una persona vale lo que vale su trabajo, continuamos pensando que una mujer debe sentirse, o aspirar a ser, madre por encima de todas las cosas. Yo, por mi parte, no pienso juzgar a la que no quiera sacrificar su carrera profesional y/o su vida personal por ser madre; o a la que, siendo madre, se sienta al mismo nivel pareja, amante, trabajadora o cualquier cosa de la que se sienta orgullosa o le guste. Y también respetaré a la que quiera ser madre por encima de todas las cosas, pero porque ella lo quiera así, no porque nadie lo dé por sentado.

Safe Creative #1001265386112

sábado, 9 de enero de 2010

Desasosiego post navideño

A mí los Reyes me suelen dejar, como propina a los regalos, un cierto desasosiego, una especie de mini crisis de ansiedad. Por una parte, porque vuelves a la rutina diaria, y ya sabemos que la rutina es como tu otra pareja: hay gente que se lleva muy bien con ella, hay gente que la sobrelleva y gente que la detesta. Por otra parte, porque la noche de Reyes suele dejarme una gran cantidad de lectura (en forma de cómics y novelas) y de videojuegos, regalos que requerirán una importante inversión en tiempo para ser disfrutados. Y el tiempo, cuanto mayor eres, más caro está.

¡Ojo! señores Reyes Magos, que no me estoy quejando, qué le vamos a hacer si mis aficiones requieren su buena dosis de tiempo diaria. Pero el caso es que ahora empieza una carrera por sacar ratitos de aquí y allá para leerme la novela gráfica de Batman escrita por Neil Gaiman, para leer el tercer volumen de Canción de Hielo y Fuego, para jugar al Dragon Age de la XBox... En definitiva, menos mal que me he quedado en paro, ¿no?

miércoles, 30 de diciembre de 2009

Avatar y la decadencia de la Ciencia Ficción

Como llego tarde para reseñar Avatar (otros ya se me han adelantado), aprovecho la crítica de lo último de James Cameron para hacer una breve reflexión sobre la situación en que se encuentra la ciencia ficción, uno de mis géneros literarios-cinematográficos preferidos. Y es que desde hace años vengo quejándome del progresivo declive de este género en el cine, ¿la razón? Pues yo se lo achaco a la llegada de los efectos especiales digitales. Lo que podría haber sido una poderosa herramienta para revolucionar el género se ha convertido en un auténtico lastre; pocos son los directores que saben utilizar la tecnología digital con mesura, utilizando los FXs en la dosis justa y en los momentos donde aportan algo a la narración. Desde que Spielberg abrió la veda con Parque Jurásico (1993), más y más directores han dejado el grueso de sus producciones en manos de los laboratorios de efectos especiales, embelesados por la belleza de esos planos generados con ceros y unos, e ignorando el verdadero corazón de toda buena película (sea cual sea su género): el guión.


Hace más de 15 años que esta tecnología irrumpió en la industria, y desde entonces han sido pocas las películas del género que han sabido utilizar las CGIs (computer generated imagery) con inteligencia. A priori se me ocurren muy pocas: Minority Report, Matrix, últimamente la revisión de Star Trek… La mayoría de las grandes producciones han quedado aplastadas por un claro predominio del componente tecnológico sobre el cinematográfico, y Avatar me parece el último y máximo exponente de este virus.

Tras visionar el megalómano proyecto de Cameron, la película más cara y con una producción más larga de la historia, no puedo decir que me viera decepcionado, por el mero hecho de que me veía venir algo así. Cameron, como tantos otros directores del género (y sí, me refiero a George Lucas) cae víctima de su tecnofilia y vuelca todos sus esfuerzos en ofrecernos un espectáculo visual sin parangón, pero se olvida de contarnos una historia que merezca la pena. Avatar es un aparatoso juguete que difícilmente pasará desapercibido en la tienda, pero que una vez te lo llevas a casa te aburres a los pocos minutos de jugar con él. En seguida te das cuenta de que está vacío, sin corazón: un argumento que concatena cliché tras cliché, personajes planos que se comportan justo como esperamos de ellos, mínimo riesgo en su discurso, en su mensaje, ningún esfuerzo por hacer pensar al espectador, carente de contenido, todo confiado a que la espectacularidad del continente nos deslumbre y no nos permita ver que, tras toda la parafernalia, no hay nada.

Para mí sigue siendo un misterio cómo en estas megaproducciones no se cuida lo más barato de las mismas: la historia, el relato, el guión. Creo que la SciFi (como la llaman los anglosajones) agoniza, y la razón es que la nueva tecnología digital permite al director mostrarlo todo, no hay límites, no hay cortapisas técnicas ni de presupuesto, por lo que todo se fía al espectáculo. Ya no existe la necesidad de soslayar, de dar a entender, de crear tensión psicológica con lo que está fuera de campo… todo eso desaparece de un plumazo, y lo que antes era erotismo narrativo se convierte en pornografía visual. No más Alien el Octavo Pasajero, con ese polizón alienígena que apenas se vislumbra durante segundos en el metraje de la película, no más Blade Runner, con planos oscuros y lluviosos y una historia de cine negro para esconder la falta de presupuesto, no más Star Wars, con su maravillosa mitología y trasfondo argumental, con sus efectos especiales de serie B sublimados por el ingenio y la pasión de un director sin recursos… Ahora en la ciencia ficción todo será Independence Day, Terminator 4 y Avatar.

Battlestar Galactica 2003: Una nueva esperanza

Tampoco quiero ser apocalíptico, antes he mencionado Matrix y Minority Report, y supongo que habrá más directores amantes del género que sabrán subvertir esta situación. De cualquier modo, la decadencia de los guiones de Hollywood es una realidad desde hace años, y en todos los géneros, no sólo en la ciencia ficción. ¿Dónde refugiarnos? Donde venimos haciéndolo en los últimos años: en la TV. Y es que la mejor historia de ciencia ficción de la última década es una serie y se llama Battlestar Galactica, remake de la emitida en nuestros televisores durante los 80.


Con nada que ver con la serie original, salvo el planteamiento inicial y el nombre de los enemigos, Galactica 2003 (o “Galáctica Reimaginada”, como la llaman por Internet) es un canto de amor y una celebración del género: una historia elaborada, cuidada al detalle, sólida en su planteamiento, absolutamente atópica en su desarrollo, con unos personajes carismáticos y contradictorios, que escapan a cualquier encasillamiento y que habitan en un mundo de incertidumbres y decisiones difíciles, donde nada está claro, donde lo correcto e incorrecto se funden en una compleja escala de grises, donde la convivencia entre la religión, la política y el poder militar en un estado de excepción es abordada con una complejidad que pasma. Todo eso nos ofrece Galactica. Acompañar a la flota colonial en su viaje al exilio, trasladando a los últimos 4.000 supervivientes de la raza humana con la única protección de la ‘estrella de combate’ Galactica, bajo el mando del almirante Bill Adama y de la presidenta Laura Roslin. Ese viaje sí que es toda una experiencia donde los efectos especiales son lo de menos.