domingo, 4 de octubre de 2009

Gloriosos bastardos

Quentin Tarantino es uno de esos autores en los que puedes confiar. Hace tiempo le leí en una entrevista que quería que, dentro de 30 años, cuando un chaval encontrara sus pelis en alguna estantería y las viera pensara “qué pasada, cada película es mejor a la siguiente, este tío nunca te decepciona”, de modo que cuando sienta que no puede hacer un film mejor al anterior dejará de hacer cine. No creo que Inglourious Basterds sea mejor que Kill Bill, y desde luego no es mejor que Pulp Fiction, pero en cada minuto de metraje se percibe el hecho de que Q.T. está convencido de estar rodando su “jodida” obra maestra. Está tan convencido que él mismo nos lo dice en el último plano de la película: “creo que ésta puede ser mi obra maestra”.

























Obra maestra o no, Inglourious Basterds es un peliculón: intensa, inteligente y divertida pese a sus dos horas y media de metraje. Y muestra la enorme capacidad de Tarantino para evolucionar, haciendo una película inconfundiblemente suya, pero más redonda, más madura como director, con todo ese talento suyo más controlado. En esta ocasión Q.T. piensa más en el espectador y menos en lo que a él le gusta; es más consciente de su público y trabaja buscando controlar las emociones que puede provocar en el mismo, dejando de lado cosas que probablemente le gustaría utilizar en el metraje pero que no contribuirían al desarrollo del film. Algo que, decididamente, no sucede en Kill Bill, por ejemplo, donde hay escenas rodadas por pura autosatisfacción del director, porque a él le gustan y sabe que quedarán geniales aunque no sean imprescindibles. Y si no le gustan al espectador que se joda.

Inglourious Basterds se desarrolla en la Francia ocupada por los nazis, donde un grupo de soldados norteamericanos judíos (los 'Inglourious Basterds' del título), liderados por el teniente Aldo Raine (Brad Pitt), tienen como única misión masacrar nazis de la manera más atroz posible, con el objetivo de minar la moral de las hordas del III Reich. En esas se encuentran cuando se les presenta la inesperada oportunidad de perpetrar un atentado contra el mismísimo Führer, que se desplazará a París para el estreno del último film de ensalzamiento del nazismo de su ministro de propaganda, Joseph Goebbels.

Ni que decir tiene que la fidelidad histórica de la película es mínima, siendo una auténtica gamberrada que usa el trasfondo a su antojo para rodar un verdadero What if? Pese a ello la ambientación es estupenda, no carente de verosimilitud, a lo que contribuye especialmente uno de los pilares del film: el uso de los idiomas. Cada personaje de la historia está interpretado por un actor de la misma nacionalidad, que habla en su idioma natal; de modo que los alemanes hablan alemán, los franceses francés, los ingleses inglés con acento británico, y los americanos lo mismo, estando la mayor parte de la película subtitulada. Una deliciosa torre de babel idiomática en la que se desenvuelve con absoluta soltura el coronel de la SS Hans Landa, "el Cazajudíos", interpretado por el alemán Christoph Waltz. Landa es el único personaje del film capaz de dominar idiomas que no son el suyo y, como él mismo reconoce en la primera escena, de pensar de manera distinta a los suyos, de ahí la clave de su éxito. En una película coral, como la mayoría de las de Tarantino, el coronel Hans Landa brilla con luz propia, siendo un absoluto hallazgo de guión. Uno de esos personajes que se te graban en la retina, con un Christoph Waltz que roba la cámara a todo el que se le ponga al lado, incluyendo a Brad Pitt, cuyo protagonismo se limita al aspecto promocional del film.



Quizás Inglourious Basterds no sea lo que los fans de Tarantino esperaban. Quizás se hayan minimizado las escenas de acción y violencia estética marca de la casa, a cambio de alargar (en exceso) esos diálogos ingeniosos que tan bien se le dan al autor (habilidad que lleva al terreno de lo magistral en Pulp Fiction). Todos los quizás que queráis, pero yo me lo he pasado bomba viéndola.

3 comentarios:

  1. Bueno, no estoy de acuerdo en esto último de alargar los diálogos ingeniosos.
    Yo no recuerdo que esta vez haiga largas conversaciones sobre temas totalmente intrascendentes (verbigracia, como llaman al big mac en Francia). La primera escena, maravillosa, es larga y Landa parece desvariar, pero en realidad no lo está haciendo en absoluto, todo lo que dice tiene relación con la situación.
    Y sí, este personaje me parece lo mejón de la peli y la mejor escena, el intento de hacerse pasar por italianos antes de la proyección en París.
    Lo más flojo, en mi opinión, los minutos de la judía, el negro y su proyecto de atentado. Pero claro, es que con tantas fobias como tengo, normal que no disfrute de un diálogo entre una judía y un negro...
    Ah!, y tanto que es coral, llegan a pasar auténticas minutadas sin que salga ningún bastardo!

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  2. Es cierto que los diálogos no son intrascendentes y responden a las necesidades de la trama. Muestra de que en esta peli todo responde a un motivo, y no está metido sólo porque queda de puta madre (como tú dices, el diálogo sobre le mac royal). De todos modos, que los diálogos son más largos es un hecho. Que esto moleste o no queda a discreción del gusto de cada uno. Yo, por ej, la volví a ver este fin de semana, y disfruté más las escenas dialogadas si cabe. La de la taberna, brutal.

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  3. Ehhh, que Pedro y yo acabamos de llegar a casa del Avenida. NOS HA ENCANTADO, en nuestra opinión, los diálogos largos no sobran, entretienen. La primera escena me tuvo más tensionada que la de la taberna. Desde luego, los juegos de idiomas los he disfrutado enormemente, y tanto mi marido como yo proponemos a Waltz para Óscar, por Dios, su interpretación es magistral...Gracias, Davide, por recomendármela.

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